Este título vinculado al pensamiento de Søren Kierkegaard
ayuda a reflexionar sobre la tendencia a agrupar y delimitar a los seres
humanos en categorías. Actualmente insertamos a los seres humanos dentro de
categorías y reconocemos su existencia a partir de esas categorías olvidando
que cada ser humano es único e irrepetible y que más allá de esa categoría se
despliega toda una vida con sus ramificaciones y conexiones.
Así, por ejemplo, se escuchan
posiciones a favor o en contra de “los empresarios”, “los obreros”, “los sojeros”, “los campesinos”, “los de la
derecha”, “los de la izquierda”, “los de centro”, “los de abajo”, “los de
arriba”, “los del primer mundo”, “los periféricos”, “los de mi tribu”, “los de
tu tribu”, pero sin embargo los que promueven este tipo de clasificación y los
mismos protagonistas obvian que están frente a su potencial yo, o sea frente al
otro, al prójimo.
Estamos viviendo algo parecido a
lo que escribió Bauman sobre la modernidad: “la
modernidad es una condición de diseño compulsivo y adictivo” y “cuando se trata de diseñar las formas de
convivencia humana, los residuos son seres humanos”1. Nos estamos olvidando que detrás de esos
diseños, sistemas, etiquetas, clasificaciones se encuentra lo esencial que son los
seres humanos.
Acaso nos enceguecimos con lo
superfluo hasta el punto de olvidar lo más básico de la condición humana que es
que la buena vida de mi prójimo es la más sólida garantía de mi buena vida, (y
esto lo enseñan todas las religiones). Las crisis actuales más que ser
económicas, políticas o financieras son de entendimiento, comprensión y por
sobre todo de conciencia.
Si tan sólo pudiéramos trascender
a las categorías y ver en el otro la garantía de nuestra existencia (puesto que
yo a los ojos del otro soy el otro), habría una mejor predisposición para
llegar a acuerdos que generen mayor bienestar común.
Sí por el contrario predominan
las categorías, las etiquetas, las clasificaciones y los diseños en las
relaciones humanas lo que generaríamos son “colectividades
extrañas” como la descripción de Manuel García Pelayo en otro contexto,
pero que también puede servirnos de ejemplo:
“Entonces, el hombre se siente desolado, solo en medio de la muchedumbre de
gentes, de ideas, de hábitos o de creencias que giran en su torno sin penetrar
en él; se siente ante la nada, se siente llevado y traído, a la deriva puesto
que no está anclado en nada firme, para terminar cayendo en la angustia, en la desesperación,
en el asco, en la indiferencia, en la retórica, en la banalidad o en el enrolamiento
en cualquier fe colectiva que le proporcione – y por vía autoritaria y de una
sola vez – esos aspectos socializados que siente que le faltan y sin los cuales
se siente extraño no sólo ante los demás sino ante sí mismo”2.
Abramos los ojos, todos los seres
humanos compartimos la vida y el autodesarrollo de los demás garantiza mi
autodesarrollo; por lo tanto, al reconocer, valorar y amar al otro me reconozco, valoro y
amo a mí mismo.
Juan Carlos Duré
Bañuelos
Referencias
1. Vidas desperdiciadas, La modernidad y sus
parias, página 46, Zigmunt Bauman, editorial Paidós, 2008.
2. Obras completas, Tomo III, página 2439, Manuel
García Pelayo, editado por el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales,
Segunda edición revisada y aumentada, 2009.
2 comentarios:
Muy buen resumen de un excelente capitulo de un gran filósofo y científico. Las obras de Popper deben estar siempre entre las mas frecuentemente consultadas. Gracias Juanca!
Hola Diego, este es un artículo que elaboré a partir de una frase de otro gran filosofo: Søren Kierkegaard...
Seguro te estas refiriendo al artículo: En búsqueda de consensos. Resumen del Capítulo 14, "Tolerancia y Responsabilidad Intelectual" (Robado de Jenófanes y de Voltaire), del libro "En busca de un mundo mejor" de Karl Popper.
Realmente Popper nos lego muchas herramientas para el pensamiento.
Un abrazo.
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