martes, 27 de octubre de 2015

La alteridad como fundamento del ser

No existe el uno sin el otro porque el uno es parte del otro y el otro es parte del uno.



Sin el otro no se podría existir, porque el existir es producto de la generación, producto de la participación de la humanidad en su reproducción y sin el uno con el otro no existiría humanidad, mucho menos su reproducción. Se podría decir que la humanidad genera al uno y el uno genera humanidad. Pero esto se quedaría corto o existiría una  alienación con relación al entorno, pues por más que existan dos seres humanos con capacidad de reproducirse esto no bastaría para generar humanidad, es necesario que se den otras condiciones más, como por ejemplo todo lo básico para el funcionamiento biológico, para la satisfacción de las necesidades básicas, para la existencia. Pero el funcionamiento biológico sólo desarrolla el aspecto físico de nuestro ser, y el ser, siendo potencialidad indeterminable, se expande mucho más allá del cuerpo y la materia, el ser humano llega hasta el infinito con la imaginación y la mente, y el infinito penetra constantemente en el ser humano. Más allá de los lazos primigenios, para continuar con la peregrinación de la generación de la humanidad no bastaría esta relación básica con los padres que han engendrado al uno, sino que se necesitaría de más otros para satisfacer lo fundamental de la generación, de su formación, de lo social, de lo cultural, de lo humano. Habiéndose el uno encontrado con más otros como él, pero diferentes en su individualidad, empieza a medir las cosas desde “su” perspectiva, desde “su” óptica,  entonces puede observar que la medida de las cosas, dentro de la existencia, es el ser humano porque desde esa perspectiva es que el uno le da medida a todas las cosas. Como ser humano que mide y es medido el uno se encuentra con la formación del universo, la creación de la forma y la necesidad de identidad. Al dar forma al entorno el uno se relaciona con él y con los otros seres humanos y relacionándose así participa en la creación. No es que el ser humano haya creado, ni que crea materialmente el universo, sino que participa en la creación, porque sin aprehender sobre el entorno el universo para él no tendría ningún significado y al aprehender el entorno, por lo tanto, dota de significado al mismo y con los otros seres humanos genera vida y su cosmovisión. Con el paso del tiempo se puede percibir que lo que fue no es y lo que está por venir tampoco es, para colmo lo que es ya no es. Constantemente aparece lo otro en el cambio. En el fluir de la vida nada se detiene.  El aliento vital crea movimiento y en el movimiento se expande el aliento vital. En la expansión del aliento vital surge la necesidad de actuar con relación a uno mismo, con relación a los demás y con relación al entorno. Antes de actuar el uno procura direccionar esa acción hacia un objetivo. Dirige su potencialidad  que se concreta en el acto. Toda acción tiene sus frutos o sus consecuencias. De ahí la importancia del control de nuestra potencialidad, de la conciencia, de las implicancias de nuestras acciones. Un estallido de influencias internas o externas nos puede llevar a acciones desastrosas. Para garantizar la convivencia el uno tiene que aprehender a hacerse responsable de sus acciones sobre sí mismo, sobre los demás y sobre el entorno. Surge entonces la necesidad de la política, entendida como el ejercicio de responsabilidad sobre sí mismo, sobre los demás y sobre el entorno.  Una vez que el ser humano toma conciencia de su responsabilidad sobre él mismo, sobre los otros y sobre el entorno, entonces surge la necesidad de la ética, que consiste en la búsqueda de la mejor forma de convivir con uno mismo, con el otro, con lo otro y con el entorno. Tomar conciencia de la responsabilidad de sus acciones no le garantiza el dominio al ser humano, no le garantiza la perfección. Sólo le garantiza y otorga la posibilidad de pensar y re-pensar sobre sus acciones, sobre sus impulsos, sobre sus emociones y sobre las  influencias que le invaden. Ese pensar y re-pensar es la experiencia más sublime de libertad y le sirve para tomar sus decisiones y para levantar  la mirada hacia adelante, hacia el horizonte en el eterno peregrinaje.