El documental “Same God” relata la experiencia de una
profesora de ciencias políticas que fue apartada de su puesto de enseñanza en
una universidad cristiana de E.E.U.U., después de llevar puesto una hijab en solidaridad con
seres humanos que profesan la religión musulmana ante la emergencia de discursos
claramente islamofóbicos. En realidad, el mensaje que la profesora Larycia Alaine Hawkins decidió mostrar en ese
momento era de amor, de respeto y de tolerancia, y no solamente hacia los
musulmanes sino hacia todo ser humano. En el documental se puede ver también
claramente la lucha individual interna, ante el imperativo ético en momentos difíciles,
en la que una persona se encuentra cuando surge el dilema de hacer lo que su
conciencia le dice que es lo humanamente correcto frente a una situación
concreta. Decidirse a hacer lo correcto y mostrar solidaridad en tiempos
difíciles siempre es tormentoso y tiene consecuencias. Esa persona que decide
exponerse, porque cree que la humanidad tiene un significado que nos integra
con los demás, puede resultar lesionada
en sus intereses individuales, puede perder su trabajo, como sucedió en este
caso, puede ser atacada por alguna persona llena de odio o, inclusive, en el
peor de los casos, hasta puede perder la vida.
Creo que los grandes profetas de las distintas religiones tienen
algo en común y es esto: enseñan con su testimonio de vida que elegir el camino
correcto y transitar por él siempre conlleva un sinfín de vicisitudes pero al
final, si la persona opta por el camino correcto, siempre se llega a sentir, de
acuerdo a todas las religiones que conozco, espiritualmente gratificada desde
lo divino. También ese camino correcto encierra una entrega, una entrega de uno
mismo o de una misma hacia los demás.
Más allá de la cuestión religiosa, esto también tiene que
ver con algo que intentaremos mostrar con una escenificación simple que consiste en que cualquier persona seguramente va a estar muy contenta con los privilegios, con la zona de confort o con el bienestar que posee, que poseen sus familiares, que poseen sus
amigos, que poseen sus seres queridos. También, muchas personas
padecen en crisis humanitarias de diversos tipos o violencias que implican la
exposición de esas personas a una extrema vulnerabilidad. Esas personas que se
encuentran en una crisis humanitaria o padeciendo violencia pueden ser vos o
tus seres queridos también. La diferencia sólo es casualmente situacional. Una
persona puede estar en un lado y otra persona en el otro. Como aseveramos al
comienzo del párrafo, así como cualquier persona seguramente se puede encontrar
contenta con privilegios o en su zona de confort, así también cualquier persona estaría muy contenta de
que en caso de estar padeciendo en medio de una crisis humanitaria o en medio
de la violencia tenga acceso a personas o instituciones que puedan y
quieran ofrecerle ayuda, solidaridad y su empatía. En vez de ser recibidos
por alguien, como escuche en varias propagandas de odio recientemente, que “tenga
los huevos bien puestos” para tirarles gas o darles un tiro.
De eso se trata la empatía, de ponerse en el lugar del otro.
Así es como la profesora Larycia Alaine Hawkins, que es profundamente creyente
y religiosa, nos enseña, con su testimonio de vida, que a ella no le gustaría
ser discriminada o violentada por ser cristiana y tampoco le gustaría que ningún cristiano
sea discriminado o violentado por su creencia como estaba sucediendo en ese momento con los musulmanes. Desde el campo religioso,
el mensaje no se queda solamente allí y llega a todas las religiones y
creencias. Si una persona tiene un Dios que lo hace sentirse, en términos religiosos,
espiritualmente satisfecho, entonces esa creencia religiosa merece ser
reconocida tanto como la mía, y no solamente reconocida sino, por sobre todo, respetada
y aceptada tanto como la que pueda profesar uno o una.
La importancia de este documental en la actualidad radica en
que su mensaje es una abierta contraposición al discurso que va ganando terreno
en el cual se expone a los otros como enemigos, como a los que hay que temer, como a los que hay que
combatir, como a los que hay que destruir, como aquellos que constituyen una
amenaza, como aquellos a los que hay que eliminar, como aquellos a los que hay
que negar. Este discurso de odio va mucho más allá de la
intolerancia religiosa, y actualmente está intensificándose también hacia lo racial, económico, cultural e ideológico. El documental “Same God” propone, desde
el compromiso individual de la profesora Hawkins, el imperativo ético de jugarse por la
convivencia, por el reconocimiento del otro, por la construcción con el otro,
por ver al otro como a una bendición.
El mensaje del amor al prójimo, está demostrado, tiene un
costo muy alto, pero en la actualidad estamos ante la necesidad cada vez más acuciante
de reflotar este imperativo ético y transitar el camino correcto, aunque cueste,
ante el avance cada vez más intenso del discurso del odio y de sus prácticas.
La vida es demasiado corta para decidirse a seguir el trayecto
de violencia y miedo al que nos induce el discurso del odio o los discursos de odio!