No
existe el uno sin el otro porque el uno es parte del otro y el otro es parte
del uno.
Sin el otro no se podría existir,
porque el existir es producto de la generación, producto de la participación de
la humanidad en su reproducción y sin el uno con el otro no existiría
humanidad, mucho menos su reproducción. Se podría decir que la humanidad genera
al uno y el uno genera humanidad. Pero esto se quedaría corto o existiría
una alienación con relación al entorno,
pues por más que existan dos seres humanos con capacidad de reproducirse esto
no bastaría para generar humanidad, es necesario que se den otras condiciones
más, como por ejemplo todo lo básico para el funcionamiento biológico, para la
satisfacción de las necesidades básicas, para la existencia. Pero el
funcionamiento biológico sólo desarrolla el aspecto físico de nuestro ser, y el
ser, siendo potencialidad indeterminable, se expande mucho más allá del cuerpo
y la materia, el ser humano llega hasta el infinito con la imaginación y la
mente, y el infinito penetra constantemente en el ser humano. Más allá de los
lazos primigenios, para continuar con la peregrinación de la generación de la
humanidad no bastaría esta relación básica con los padres que han engendrado al
uno, sino que se necesitaría de más otros para satisfacer lo fundamental de la
generación, de su formación, de lo social, de lo cultural, de lo humano.
Habiéndose el uno encontrado con más otros como él, pero diferentes en su
individualidad, empieza a medir las cosas desde “su” perspectiva, desde “su”
óptica, entonces puede observar que la
medida de las cosas, dentro de la existencia, es el ser humano porque desde esa
perspectiva es que el uno le da medida a todas las cosas. Como ser humano que
mide y es medido el uno se encuentra con la formación del universo, la creación
de la forma y la necesidad de identidad. Al dar forma al entorno el uno se
relaciona con él y con los otros seres humanos y relacionándose así participa
en la creación. No es que el ser humano haya creado, ni que crea materialmente el
universo, sino que participa en la creación, porque sin aprehender sobre el
entorno el universo para él no tendría ningún significado y al aprehender el
entorno, por lo tanto, dota de significado al mismo y con los otros seres
humanos genera vida y su cosmovisión.
Con el paso del tiempo se puede percibir que lo que fue no es y lo que está por
venir tampoco es, para colmo lo que es ya no es. Constantemente aparece lo otro
en el cambio. En el fluir de la vida nada se detiene. El aliento vital crea movimiento
y en el movimiento se expande el aliento vital. En la expansión del aliento vital
surge la necesidad de actuar con relación a uno mismo, con relación a los demás
y con relación al entorno. Antes de actuar el uno procura direccionar esa
acción hacia un objetivo. Dirige su potencialidad que se concreta en el acto. Toda acción tiene
sus frutos o sus consecuencias. De ahí la importancia del control de nuestra
potencialidad, de la conciencia, de las implicancias de nuestras acciones. Un
estallido de influencias internas o externas nos puede llevar a acciones
desastrosas. Para garantizar la convivencia el uno tiene que aprehender a
hacerse responsable de sus acciones sobre sí mismo, sobre los demás y sobre el
entorno. Surge entonces la necesidad de la política, entendida como el
ejercicio de responsabilidad sobre sí mismo, sobre los demás y sobre el
entorno. Una vez que el ser humano toma
conciencia de su responsabilidad sobre él mismo, sobre los otros y sobre el
entorno, entonces surge la necesidad de la ética, que consiste en la búsqueda
de la mejor forma de convivir con uno mismo, con el otro, con lo otro y con el
entorno. Tomar conciencia de la responsabilidad de sus acciones no le garantiza
el dominio al ser humano, no le garantiza la perfección. Sólo le garantiza y
otorga la posibilidad de pensar y re-pensar sobre sus acciones, sobre sus
impulsos, sobre sus emociones y sobre las
influencias que le invaden. Ese pensar y re-pensar es
la experiencia más sublime de libertad y le sirve para tomar sus decisiones y
para levantar la mirada hacia adelante,
hacia el horizonte en el eterno peregrinaje.